Compartimos a continuación la presentación elaborada por Daniel Santos Torres y sus conclusiones acerca de la charla que impartió en las III Jornadas LMYLE:
Presentacion-III-Jornadas-la-Mujer-y-la-EconomiaEl cambio histórico del rol de la mujer en la economía ha suscitado una gran atención por parte de los economistas académicos desde los trabajos seminales de Claudia Goldin. En los últimos 60 años, las mujeres han reducido la desigualdad con respecto a los hombres en la adquisición de capital humano, en participación laboral y en la influencia a la hora de conformar una familia y de tener hijos, aunque aún quedan importantes retos que abordar como la brecha de género en salarios. Entender el cambio de incentivos que llevaron a las mujeres en las economías desarrolladas a tomar nuevas decisiones respecto a educarse, trabajar, casarse y tener hijos, es entender los cambios sociales y económicos que estos países han experimentado en las últimas décadas. En esta ponencia se presentan los resultados principales de cuatro artículos académicos de gran relevancia en la comunidad científica respecto a la economía de género: Goldin et al. (2006), Fernández et al. (2004), Goldin (2014) y Doepke and Kindermann (2019).
En el primero se abordan las principales causas por las que las mujeres a día de hoy adquieren más educación terciaria que los hombres, debido a un cambio de incentivos que se produce a partir de la década de 1960. El sector terciario comienza a ganar peso relativo en el conjunto de las economías modernas, y la ganancia salarial de los egresados universitarios respecto a los egresados no universitarios aumenta, siendo esta ganancia particularmente pronunciada para las mujeres. Este hecho, unido a que las mujeres presentan un menor coste a la hora de acceder a la universidad, gracias a un mayor rendimiento académico, en general, que los hombres, y a demostrar mejores habilidades no cognitivas que estos, como la organización y la disciplina, explican que las mujeres vayan más a la universidad y se egresen más que los hombres.
En el segundo, se enfatiza el rol de la cultura y de las preferencias heredadas desde la familia en explicar el cambio de mentalidad respecto al rol de la mujer dentro del mercado laboral. A través de dos análisis empíricos, las autoras demuestran que los hijos de mujeres trabajadores tienden a cambiar su mentalidad respecto a la mujer trabajadora, teniendo preferencias a la hora de casarse, por ejemplo, con una mujer que trabaje.
En el tercero, se diseccionan los principales determinantes de la brecha de género en salarios en los Estados Unidos, enfatizando la no linealidad entre hora trabajada y salario que registran algunos sectores norteamericanos como las finanzas, la consultoría o la abogacía. Debido a la percepción de insustituibilidad de los clientes en estos sectores, hay ciertas horas en el día cuya remuneración es mayor, es decir, la remuneración de cada hora adicional que se trabaje no es lineal en estos sectores, sino que a partir de cierta cantidad, esta remuneración por cada hora adicional trabajada aumenta. Las mujeres, debido al desigual reparto aún existente en la participación en labores familiares y del hogar, tienen una menor probabilidad que el hombre de permanecer en la oficina en esas franjas horarias donde las horas trabajadas se remuneran más, provocando este hecho gran parte de la brecha de salarios que se registra hoy en día en la economía norteamericana.
Por último, en el cuarto artículo se exploran los determinantes de las decisiones de fertilidad en Europa, descubriendo que la negociación entre mujer y hombre dentro de la pareja es fundamental para que un nuevo nacimiento se produzca. De hecho, en aquellos países europeos de la muestra utilizada por los autores que presentaban una fertilidad relativa mayor, Noruega, Bélgica y Francia, el grado en desacuerdo a la hora de tener un hijo adicional de las mujeres era menor, y este grado en desacuerdo, a su vez, guarda una relación negativa con respecto la colaboración de los padres en la crianza y cuidado de los hijos. Es decir, los autores demuestran que a mayor disposición de los hombres a colaborar en la crianza y cuidado de los hijos, menos en desacuerdo (o más de acuerdo) está la mujer en tener un hijo adicional, aumentando en última instancia la tasa de fertilidad de los países.